El Arriaga acoge la obra 'Sueños' de Quevedo
El Teatro Arriaga, uno de los emblemas del Casco Viejo de Bilbao, nos hizo viajar al desvanecimiento del siglo de Oro acompañado de la mano de Francisco de Quevedo. Su estilo neobarroco acercó gran medida al público a la época tan turbia en la que se encontraba aquella España de mitad del siglo XVII, cuyo arte dominante, el barroquismo, adoptaba esa excesividad y recargamiento no sólo en la arquitectura sino en muchos aspectos de la vida.
La obra, 'Los sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo’, se trata de una adaptación libre de José Luis Collado, que a través de esta pretende mostrar los años previos de la muerte de Quevedo, uno de los mayores autores poéticos que ha dado nuestro país. Un ejercicio filosófico que nos muestra la ansiedad y agonía que padecía el poeta por la realidad a la que se enfrentaba. Una realidad que le asfixiaba sin dejarle soñar, ahogándole en sus recuerdos y obsesiones: amigos y enemigos, amores y desamores, momentos de gloria y de decepción.
Quevedo, interpretado de forma excelente por el conocido actor y presentador de televisión, Juan Echanove, se muestra cansado, agotado y abatido por la poca honradez de la monarquía, la censura por parte de la Iglesia controlada por la Santa Inquisición y por la codicia e irresponsabilidad de la sociedad en la que vivía.
Pero el artista no se encuentra solo en esta coproducción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico con ‘La Llave Maestra’ y ‘Traspasos Kultur’. Hay que destacar también el papel de los personajes a los que se enfrenta el protagonista como: el Diablo/Cardenal (Óscar de la Fuente), la Portera invadida por la envidia (Antonia Paso), la enfermera que tanto le recordaba a un amor pasado (Lucía Quintana), la Muerte que no paraba de hacer acto de presencia recordándole lo que le quedaba (Marta Ribera), el Doctor que trataba de frenar su locura (Ferran Vilajosana), el Desengaño (Eugenio Villota) y el Dinero, ese bien tan codiciado por todos (Abel Vitón).
Esta vez, el Arriaga, a través de una gran puesta en escena, nos transmitió el dolor y la impotencia de una realidad pasada haciéndonos reflexionar y trasladando al público inevitablemente a nuestro tiempo. Un tiempo en el cual la corrupción prospera, el disparate gana terreno en la sociedad sumida en el desinterés y la ignorancia, y un mundo donde la injusticia reina ante todo lo demás.
